Los
abismos del “Jazz”. De la selva al “Café
Anglais”. La defensa llevada a cabo por Stokowsky y Kreisler.
Hernán Fielo
He
resuelto aceptar el “jazz” como una norma sincopada de la vida.
El “jazz”, como el avión, son la clave del siglo, que permiten
fusionar la jungla con la metrópoli, la distancia con el momento,
todo al compás sincrónico del tam-tam...Yo soy de los que admiten
el darwinismo del “jazz” con la misma facilidad que las teorías
de Descarte.
Nuestro
siglo de civilización y progreso no hace sino imponernos la selva en
evocaciones melódicas. Porque despojando al “jazz” de su
retórica de “alta escuela”, nos descubre la desnudes total de la
selva virgen. La estructura del “jazz” es un ruido acompasado y
monocorde, arrancado de los orígenes de la Tierra. En este punto
recuerdo una película reciente en la que aparecían los zulús...Ya
he pensado si no estarán agazapados tras el bombo del “Café
Anglais”, mientras la orquesta del “Café Anglais” interpreta
sus melodías.
HARLEN
Y VIENA. Fijado el principio de la selva en el pentagrama de la
música de “jazz” es menester descubrir los aires de civilización
en torno. Porque, a veces, en el “jazz” un resplandor de Viena se
funde con una imagen de (…). Una orquesta integrada de batería y
saxofones, trompetas y helicones puede dialogar violentamente con los
susurros casi imperceptibles de los violines. Este “atrevimiento”
de fundir un violín en una orquesta de “jazz” se me antoja de la
misma imprudencia que la estampa de una ingenua damisela sonriente en
un garito de los “docks” del Támesis. Solamente el conjunto
admirable que conduce Art Tatum me hace olvidar el “desliz” de
las cuerdas.
Admitiendo,
como indiqué al principio, un “jazz” sin mixtificaciones con
toda su presencia carnal, con todo su formidable primitivismo, ¿por
qué -como intentan muchos- rodearlo de ropajes y ademanes de corte?
Si el “jazz” es primitivismo, que lo es, llevémosle a la selva,
dejémosle que nos aturda con su ritmo en zig-zag, obsequiémosle no
con una batería, sino con cien; brindémosle el saxofón y el
trombón de varas y apartémosle del violín, del arpa y del
cello...Distanciemos, en una palabra, a Viena dulce y delicada, del
Harlem áspero y (…) Es la única forma de respirar la esencia de
la música negroide.
EMBRIAGARSE
CON EL “JAZZ”. Los “detractores” del “jazz” han
desplazado su sinfonía selvática canalizándole unos aires
ordenados a los distintos ritmos. Cole Porter, Gershwin, Art Tatum,
Irving Berlín fueron explotadores de esa selva musical. Posiblemente
el “jazz” haya tomado forma correcta -es decir civilizada- cuando
medió Viena, allá en el año 1922. Desde entonces llegó a
representar un propósito serio dentro del campo de la música. Si
bien antes existían algunos compositores que intentaron salpicar sus
“banes” con ritmos de la jungla -recordamos a Stravinsky con el
“Plano Ratime” y a Erik Satie con su “Parade”-, sólo después
se llegó al rescate del ritmo exótico para traducirlo adecuadamente
en el Carnegie Hall.
Hoy,
en este “Café Anglais”, de Londres, es fácil embriagarse sin
acercarse a los labios un vaso de whisky. El “jazz” imparte una
continua atmósfera de impresionantes figuras que logran grabarse en
el cerebro, dando origen a pensamientos que sojuzgan la voluntad. La
contrapartida se nos ofrece al flotar en nuestro liquido alcoholizado
los acordes de una melodía de Irving Berlín. Las dulces muchachas
inglesas al escucharlos se apartan...El desvanecimiento que les
produce las sosiega si han estado contorsionándose a los alocados
compases de un “booglie-Woogie”.
LEOPOLDO
STOKKOWSKY Y FIRTZ KREISLER, DEFENSORES DEL “JAZZ”. Lo
maravilloso del “jazz” es que entraña todas las posibilidades de
ejecución que atraen a las gentes. Yo he visto escuchar a una
magnífica orquesta de “jazz” un público extasiado y devoto como
cualquier otro de una obra de Schubert. Y es que el “jazz” tiene
fondos y formas que consagran a las masas. Un programa de “su”
música, como aquel, en Londres, se ofrece puede llenar hasta los
pasillos de un Albert Hall. Y lo extraordinario; que habiéndose
llegado al “boogie-Woogie” como cenit del gesto y del ritmo
sincopado de un exprimido pentagrama, tiene defensores de la talla de
Leopoldo Stokowsky Firtz Kreisler y del aún más difícil Daniel
Gregory Mason. Ravel expuso “que sólo el “jazz” podría
desarrollar una música autóctona americana...
Así
como me declaro sin ningún recelo partidario del auténtico “jazz”
con sus negros, sus retorcimientos y sus ingenuidades, me considero
enemigo número uno del que se nos ofrece con el concurso de violines
al pan, pan, y al vino, vino”. HERNAN FIELO.
Hernán Fielo. La
Noche, 1 de octubre de 1949
© Ana Bande
No hay comentarios:
Publicar un comentario