jueves, 5 de junio de 2014

El piano, el jazz y la pianola. El Pueblo Gallego 25.9.1926

El piano, el jazz y la pianola. Germán Fernández.

El ruido antipático, que peneira en los nervios haciéndolos contorsionar dolorosos, de esas pianolas-automatismo y corriente alterna-que a empujones van lanando-hechas virutas ruidosas-las notas con que ses alimentan sus vientres alámbigos han tomado posesión de las calles del mundo, en avalancha de estridencias que crispan, Beethoven es un rollo y su genio gira en un eje de papel higiénico.
Primero fue el buen catador de café quien tuvo necesidad de aguantar el plano agrio llano de “Lies” mecánicos instalando en el establecimiento a donde solía concurrir. Luego fueron los vecinos pacíficos quienes hubieron, forzosamente, de velar martirizados en el potro torturante de ruidos inexorables y gritos grotescos. Ahora, es toda la población la que aguanta, pacientemente, esa música sin alma que produce la electricidad en una falsa caja musical, esa deformación telegráfica de los sueños órficos.
El piano donde posaron sus dedos maravillosos Rubinstein y Paderewsky va empolvándolo el olvido, sustituyéndole, entre carcajadas histéricos, su imitadora: la pianola.
Ayer, el piano hacía danzar rítmicamente a la Humanidad. Hoy, la pianola, neuróticos que ríe blasfemias hechas sonidos falsos, desarticula los cuerpos en danzas histriónicas y bufonescas. Ya nada es bello en la danza. Ni el movimiento, ni la figura, ni el ritmo. Desapareció totalmente la estética de la danza, al desaparecer los elementos que la alimentaban. Primero el “jazz-band” horreado, tropical e intruso. Ahora la pianola monstruosa, fría y deforme, va dando al traste con aquellos recuerdos de noches de belleza en Versalles y en las fiestas de los dioses (…). Los empujó hacia el olvido, con sus manazas incansables y deformes, la pianola hecha ruido por obra y gracia de un motor. La música, que volaba, es ahora molida en un aparato multurador.

(El Pueblo Gallego 25.9.1926)


© Ana Bande

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